sábado, 8 de octubre de 2016

DANYA_9

Danya salió de aquel encuentro contenta. Tenía la sensación de que, por fin, había encontrado a la persona adecuada para contraer matrimonio, para firmar con él un compromiso, en principio, de por vida. Las experiencias por las que había pasado le habían dejado un regusto a incomprensión, a desorden, y ahora parecía que la estabilidad estaba al alcance de su mano. Recuerda el noviazgo que mantuvo con un chico de madre mejicana y padre pakistaní: “nos íbamos a casar pero su padre lo impidió porque a toda costa quería que contrajera matrimonio con una mujer pakistaní. Yo no lo entendía porque él se casó con una mejicana. ¿Por qué le impedía al hijo casarse conmigo? Ahora ya podía olvidar todo eso, a este chico, al que le pedía que llevara el pelo descubierto, al otro que pretendía que dejara a su hijo, a todos. 
    Las cosas parecían ir sobre ruedas cuando recibe una llamada que le echa por tierra todas sus ilusiones: “no es buena idea que nos casemos”, le dice él a través del teléfono. “De acuerdo”, contesta Danya, “aquí estaré si cambias de opinión. ¡Ándale!”.
    Unos días después era el cumpleaños de Danya, motivo más que perfecto para irse a Tijuana a “tijuanear”. Así dice ella y explica que esto consiste en ir a bailar y a divertirse. Se quitó el pañuelo, destapó su pelo y fue a distraerse y a celebrar su aniversario con sus amigas. El lunes volvió a San Diego y por la tarde recibe otra llamada. De nuevo él dándole otro giro a la vida de Danya, el tercero en poco más de una semana: “lo he pensado mejor y quiero casarme contigo. ¿Tu aceptas? Danya contestó: “si”. Y entonces se le empezaron a amontonar los sentimientos: se sentía contenta, excitada, inquieta y con cierta pesadumbre por lo que había estado haciendo en Tijuana tan solo unas horas antes, divertirse. Dice Danya que ese fin de semana había experimentado la sensación de que se estaba alejando del Islam. Pero ahora, después de haber dicho si a ese matrimonio tenía que alejar sus remordimientos y centrarse de nuevo en el camino que había elegido tiempo atrás. Lo que había pasado fueron obstáculos, dudas, incertidumbres que al final había sorteado con éxito. 
    Para rematar el momento, horas después de haber dicho sí al matrimonio, su antiguo novio, con el que se iba a casar un año atrás, y con el que llevaba tres meses sin hablar, también decide llamarla y le pide volver. Pero ya era demasiado tarde. “No. Estoy comprometida. Me caso con un hombre saudí. Lo nuestro no funcionaría. Si tuvimos problemas en el pasado los volveremos a tener en el futuro”. Fue la respuesta de Danya. 
   Diez días después de haber tenido la primera cita, Danya se estaba casando.

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JEDDAH, A UN LADO Y A OTRO