sábado, 8 de octubre de 2016

MARYAM, LA BUENA MUSULMANA

     es un nombre árabe de mujer que significa dama famosa. Hay otras definiciones pero ésa es la más frecuente, por lo que podemos entender que es la más acertada. Esto, aparte de que en El Corán Maryam o Miriam es la madre de Jesús, María.
    Nuestra Maryam nació en Alemania. Su madre es española, su padre yemení. Varios países con distintas culturas forman parte de su vida, sin embargo, en ella predomina una cuarta cultura, la saudí.
      Maryam empieza a hablar de ella remontándose a sus abuelos. Cuenta que su abuelo paterno era de Yemen. Estudió medicina y salió del país por motivos de trabajo dejando a su mujer embarazada. Los conflictos políticos de la época mantuvieron cerradas las fronteras de aquel país durante algún tiempo, por lo que, le fue imposible regresar junto a su mujer y nunca llegó a conocer a su hijo, el padre de Maryam. La abuela, que quedó en Yemen, emigró  más tarde a Arabia Saudí. De sus abuelos maternos habla poco porque "eran abuelos de una vez al año".
    Parece comprensible que historias como la de los abuelos de Maryam, que rayan el dramatismo, se mantengan en la memoria de varias generaciones de una familia. Menos impresionante es la historia de sus padres, aunque poco común: el padre también quiso ser médico y estudió y ejerció su carrera en Alemania. Allí conoció a la madre de Maryam, una enfermera valenciana emigrada a Alemania y que trabaja en el mismo centro. 
      Maryam es la mayor de los cuatro hijos que tuvo la pareja. Tenía cinco años cuando la familia se trasladó a la ciudad saudí de Jeddah. Corrían los años 70 y el padre de Maryam fue hasta allí con un grupo de trabajadores alemanes que participaban en la construcción del aeropuerto internacional King Abdulaziz. Había un motivo importante para aceptar el trabajo: su madre, la abuela de Maryam, junto a otros familiares, ya habían logrado salir de Yemen y establecer su residencia en Arabia, concretamente en la ciudad de Jeddah que más tarde dejarían para trasladarse a la capital, Riad, donde, en el momento de escribir estas lineas, aun viven. 
     El aeropuerto de Jeddah es el más importante del país en cuanto a número de pasajeros. Y esto es porque está cerca de la ciudad de Meca, lugar que cada año recibe a millones de peregrinos de todo el mundo. La cantidad de visitantes aumenta brutalmente en las fechas en que se celebra el Hajj, la peregrinación que los musulmanes hacen, al menos una vez en la vida,  para poder morir en paz. La afluencia de peregrinos es tal que para controlarla el gobierno saudí decidió en 1988 establecer cupos a los países: expende permisos a razón de mil por cada millón de habitantes. Y por eso también, el aeropuerto tiene además de una terminal norte y una terminal sur, una terminal Hajj. Es una construcción espectacular tanto por su tamaño, la cuarta más grande del mundo, como por su diseño: se reconoce inmediatamente por su tejado en forma de tienda de campaña. 
     Esas obras fueron la oportunidad para que el padre de Maryam se trasladase a Jeddah y poder estar cerca de su madre. Vivían en un compaund, un conjunto residencial donde estaban agrupadas todas las familias alemanas que formaban parte del proyecto. Por lo tanto, Maryam se comunicaba con sus vecinos en alemán, la lengua en la que le habían hablado sus padres desde que nació, porque era la lengua que tenían en común su padre árabe y su madre española. Los problemas con el idioma llegaron a la hora de ir al colegio en un país árabe y musulmán, aunque esas condiciones eran la mitad de sus orígenes.
   En casa de Maryam se hablaba alemán.  Cuando llegaron a Jeddah, ésa era la única lengua en la que se podía comunicar. El padre quería para sus hijos una educación basada en el Islam, por eso los escolarizó en un colegio público y especialmente religioso, según Maryam, aunque realmente, en todos los colegios saudíes el aprendizaje del Corán es la base de la educación y se estudia con varias asignaturas. Así que con cinco años la sumergieron de lleno en el sistema educativo saudí donde solo oía árabe.  "Por la mañana ibamos al colegio árabe, por la tarde jugábamos en el compaund con nuestros amigos alemanes. Vivíamos las dos culturas sin problemas". Más tarde Maryam estudió filología árabe, de lo que se podría deducir que de aquel proceso de adaptación surgió su vocación. Sobre sus estudios universitarios dice: ”estudié a distancia, en una universidad de Beirut, la capital del Líbano, porque tenía nacionalidad yemení y no podía entrar en una universidad saudí debido a la Guerra del Golfo, de 1990”. Verdaderamente con estas pocas palabras es imposible hacerse a la idea de lo que esa parte del mundo estaba viviendo en aquellos años. Pero queda claro que aunque Maryam, prácticamente no conoce Yemen, si ha sufrido las consecuencias del país natal de su padre.
    La Guerra del Golfo se inició después de que Irak invadiera el Estado de Kuwait. Una coalición compuesta por 34 países, liderada por Estados Unidos y autorizada por Naciones Unidas, ayudaron a Kuwait a librarse de su invasor. Aquella batalla la conocimos como “Operación Tormenta del Desierto”. Para darnos una idea de lo que fue aquello basta con recordar que la operación, que duró solo seis semanas, movilizó a más de medio millón de personas de las fuerzas de EEUU y a otros 160.000 soldados de otros países, lo que supone la mayor expedición militar de la historia. Y otro dato: en ese corto periodo de tiempo, los aliados emplearon mayor cantidad de explosivos que los que fueron utilizados en toda la Segunda Guerra Mundial. 
    En cuanto a Yemen, en 1990 y después de una guerra civil, se convierte en la República Unificada de Yemen. Pero, en ese mismo año, solo unos meses después, estalla la Guerra del Golfo. Yemen es aliado de Irak y después de la guerra no apoyó las sanciones económicas de Naciones Unidas contra el país. Y esto le supone la enemistad de Estados Unidos y sus aliados y la de sus vecinos, especialmente la de Kuwait y la de Arabia Saudí. Este país expulsó entonces a más de un millón de trabajadores emigrantes yemeníes.
    Estos datos nos ayudarán a entender el hecho de que Maryam no pudiese matricularse en una universidad saudí habiendo vivido en el país desde que tenía 5 años. La alternativa que eligió fue la de estudiar a distancia con una universidad de Beirut. Hoy dice que echa de menos aquella ciudad donde iba un par de semanas a hacer sus éxamenes. Y, entre sus intenciones futuras está la de volver algún dia a recorrer las calles que andaba cuando era estudiante. Maryam terminó sus estudios y hoy se dedica, a tiempo parcial, a hacer traducciones. Trabaja allí donde la solicitan traduciendo documentos del inglés al árabe, y viceversa. También del español y del alemán aunque, cuando se trata de estos idiomas, solo traduce documentos sin mucho texto porque asegura que no domina la gramática a pesar de que los hable y entienda perfectamente. También acude a congresos y exposiciones como traductora. Se queja de que algunas empresas, como la última que era una compañía española, le pagan mal y tarde. Argumenta: “no trabajo por amor al arte, lo hago porque necesito el dinero. El colegio de mis hijos lo tengo que pagar el primer día, si no pago no le dan los libros”. Especialmente se siente orgullosa de una novela que tradujo del árabe al inglés y que escribió un joven saudí, estudiante de medicina. La novela se llama: “Hopeless Nights”, Noches sin esperanza, y su autor firma con el nombre de Osama Marta. Se trata de una novela que mezcla hechos sobrenaturales con reales y donde el bien y el mal están separados por una delgada línea, según las notas que aparecen sobre la obra, en Amazon donde está a la venta.

        Maryam y su hermano se quedaron en Arabia después de que sus padres se jubilaran. Cuando terminaron las obras del aeropuerto de Jeddah, que se inauguró en 1981, el padre de Maryam continuó trabajando en una clínica privada hasta que el menor de sus hijos terminara de estudiar. Después se fueron a Valencia a vivir su retiro. Con ellos se marcharon las dos hermanas de Maryam: la mayor vive tambien en Valencia, como sus padres, la pequeña en Madrid. Y en cuanto al hermano, que actualmente vive en Riad, una de sus prioridades era casarse en Arabia y lo hizo con una de sus primas. La misma preferencia tenía Maryam: ”quería casarme, formar una familia. En España casarse con un musulmán es difícil a no ser que lo hagas con un marroquí, y yo no quería porque en Marruecos se habla de otra forma, tienen costumbres distintas, no entiendo bien el árabe que hablan allí”. Estaba claro que con ese pensamiento, su vida estaba en Arabia.
   
        Cuenta Maryam que cuando vivían en el compaund, antes de que sus padres se jubilaran, recibieron las visitas de algunas familias yemeníes que buscaban novias para sus hijos. “Llegaban a casa y nos miraban a mis hermanas y a mí como a objetos expuestos en una vitrina. A nosotras nos incomodaba la situación. Yo me sentía como una cabra en el matadero. En una ocasión vino una familia que estaba buscando la vivienda de las chicas que tienen la madre española. Éstos nos pusieron de condición, para un futuro matrimonio, que tendríamos que estar en casa y no trabajar fuera. Yo estaba estudiando y por supuesto, quería trabajar. No, así no, pensábamos. Le dijimos a mi padre que esa forma de encontrar marido no iba con nosotras”.
    Para evitar más exámenes de ese tipo, las hermanas decidieron que la mejor forma de buscar pareja era a través de internet. Se lo propusieron al padre y éste les pidió unos días para pensar en ello. Finalmente les dio el visto bueno para utilizar esa herramienta. Le convenció el hecho de que sus hijas utilizarían nombres irreconocibles, en ningún caso usarían el apellido del padre," muy conocido entre las familias yemeníes que vivían en Jeddah". Maryam, por ejemplo se daba a conocer con un nombre imaginario y el apellido de su madre. 
     Y fue así, a través de una web de contactos, como conoció a su marido. Intercambiaron e-mails y dos semanas después el chico pidió a Maryam una entrevista con el padre. Como se trataba de un desconocido, el padre quedó con él fuera de la casa. Y a los pocos días toda la familia del pretendiente fue a conocer a Maryam. Nos cuenta que en ese primer encuentro no llevaba abaya. “El hombre tiene derecho a ver a la mujer sin abaya una vez antes del matrimonio. Te vistes decorosamente pero sin abaya. Luego, siempre la llevas hasta que te casas, te la quitas en casa si no hay otros hombres que no sean tu marido, tu hermano o tu padre”.  
    Acordaron la boda, que se demoró algún tiempo porque Maryam, que no tenía pasaporte saudí, necesitaba un permiso especial de matrimonio. El papel tardó un año y tres meses. Después pudieron hacer la celebración, con vestido blanco y con el resto de ceremonias que exige el momento y la costumbre. 
    En la mayoría de los matrimonios saudíes se suele hacer un contrato prematrimonial como forma de legalizar el compromiso de los novios. Esto es como, un noviazgo con papeles. La pareja se conoce y se compromete legalmente hasta que se dé el momento adecuado para casarse, para firmar "el acta de matrimonio" e irse a vivir juntos; puede que esperen a tener una casa, a terminar una carrera universitaria, a encontrar trabajo. Cuando firman el acta de matrimonio celebran la fiesta, que para los hombres suele ser una reunión entre familiares y amigos.  La fiesta de las mujeres se podría decir que es más fiesta, algo más ameno, más entretenido. Se celebra en un sitio separado de los hombres, incluso muchas veces se hace en días distintos. La novia se peina, se maquilla (tanto que, en la mayoría de los casos, está irreconocible) y se pone su vestido blanco. Se reúne con el novio y se hacen fotos. Después, bajan los novios a la sala donde están las invitadas que, ante la presencia del marido, se tienen que cubrir sus lujosos y o llamativos vestidos con la abaya. Los novios se intercambian los anillos, cortan la tarta. Así fue también la boda de Maryam.

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