sábado, 8 de octubre de 2016

ESTRELLA, LA VIKINGA

    Estrella es una mujer alta, rubia y de ojos azules. Tiene más de cincuenta años pero es más joven que muchas personas de veinte. Desborda energía: sus movimientos son ágiles, su conversación fluída, su mente rápida y además, tiene mucho sentido del humor. Ríe, Estrella ríe, a gusto. A todo esto hay que añadir otra característica, la primera que se aprecia en cuanto habla: su marcado acento uruguayo. Oyes esa particular cadencia y lo siguiente es preguntar a Estrella ¿de dónde eres? Y en su respuesta te da la primera sorpresa: "soy gallega". A partir de ahí está claro que Estrella tiene mucho que contar, que su vida ha sido distinta, que su pensamiento merece ser escuchado.
 
    "Yo nací en Uruguay. Ya sabes que los gallegos somos así, nacemos donde queremos". Estrella comienza con esa frase el relato de cómo sus padres llegan hasta Uruguay desde Galicia. Cuenta que su abuela paterna perdió a un hermano en la guerra de Marruecos y que, marcada por ese hecho y quizás, en un intento, consciente o no, de evitar una tragedia parecida, mandaba a sus hijos a Uruguay cuando cumplían diecisiete años, que era la edad en la que tenían que incorporarse al ejército para hacer el servicio militar.
     Eran los primeros años del siglo XX, y España estaba empeñada en conseguir el control del norte de Marruecos. En julio de 1909 unos obreros españoles que trabajaban en la construcción de un ferrocarril para unir Melilla con las minas de Beni Bu Ifrur, sufrieron un ataque a manos de bereberes que no querían a los extrajeros en sus tierras. Murieron cuatro trabajadores y fue el inicio de una guerra que duraría varios años y en la que morirían muchos más. Al frente del gobierno español estaba el conservador Antonio Maura que, para aplastar la revuelta, decretó el envió a Marruecos de varias brigadas del ejército y de varios cupos de reservistas, a pesar de que muchos de ellos, eran padres de famila, trabajadores de los que dependía sustento familiar. El decreto cayó muy mal entre la gente pobre, humilde, porque además, la ley permitía pagar para quedar exento de incorporarse a filas, y que otra persona fuera en su lugar. Y eso solo se lo podían permitir algunos. Por ello, y por la impopularidad de la guerra, en aquellos años, estaba muy extendida la idea de que "a los hijos de los pobres los mandaban a Marruecos a morir".
    La guerra de Marruecos ya había terminado cuando la abuela de Estrella creó su propia familia pero ella vivió aquellas circunstancia de España y el recuerdo de la muerte de su hermano persistía, y quizás fuera la razón por la que prefería que sus hijos emigraran. Por otra parte el padre de Estrella nació en los años previos a la Guerra Civil y, cuando cumplió diecisiete años, España vivía su posguerra. Así las cosas, embarcar rumbo a Uruguay solo suena a posibilidad, a mejorar, a buena opción.
    La madre de Estrella vivía bien y no tenía necesidad de emigrar: solo eran dos hermanas y poseían tierras suficientes. Pero, otros acontecimientos intervinieron en la decisión de dejar "súa terra galega". El primero y más hondo es que ella estaba enamorada de ese chico al que su madre mandó a Uruguay al cumplir los 17. Él ya llevaba allí varios años. Luego resulta que unos tíos de la futura mamá de Estrella, que también hacía años que se habían instalado en Montevideo, vienen de visita a la aldea. La pareja no tiene hijos pero sí una gran fortuna y le proponen a la sobrina que vaya con ellos. La madre, la abuela de Estrella, dice que no, pero la futura mamá de Estrella acepta. ¿Cómo podría negarse  si le habían planeado una boda de conveniencia con un vecino? Nunca tendría una mejor oportunidad para evitar ese matrimonio. Como dice Estrella: "se le abrieron las puertas del cielo".  Así que se marcha con la esperanza de reencontrarse con el chico con el que se había comprometido años atrás.

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