sábado, 8 de octubre de 2016

ESTRELLA_5

       "Arabia..... es una cultura muy diferente". Estrella solo lleva unos meses en ese país. Pero su trabajo le permite relacionarse diariamente con mucha gente y asegura que, al 90 por ciento de las mujeres que van a la clínica con sus perros y sus gatos, se las ve contentas. "Llegan tapadas pero enseguida te piden que cierres la puerta y empiezan a quitarse capas, algunas hasta tres, como las monjas, para aliviarse un poco del calor".
     Dice que muchas de sus clientas trabajan, son médicos, maestras. "Creo que trabajan las que realmente quieren hacerlo. Otras, como una chica que conocí los primeros días de estar en Jeddah, prefieren ser muñequitas de porcelana. Esta me decía que su marido la animaba para que buscase trabajo pero no necesitaba el dinero y prefería pasar su tiempo en el "mall" y en la peluquería".
     En cuanto a su propio trabajo, Estrella afirma que en ningún momento se ha sentido de menos por el hecho de ser mujer. El dueño y el contable de la empresa son saudíes. Ese último tiene una imagen más radical, viste de thobe, lleva una barba grande, y sabe de él, que tiene tres esposas. Aún puede tener otra más, siempre que las pueda mantener a todas por igual. Estrella añade: "¡vamos como en España ! Si tienes pasta tienes una mujer en Madrid, otra Barcelona y otra en Vitoria, si no tienes pasta te quedas con una. Aquí es mejor porque es legal y si le compras un coche a una le tienes que comprar también a las otras. Y además tienen que tener muy buena salud para tener sexo con las tres". Aparte de estas ironías, Estrella dice que este señor nunca le da la mano, porque nunca se la da a ninguna mujer pero, jamás le ha faltado al respeto y siempre se comporta de forma muy educada. En una ocasión le regaló un Corán en español porque sabe que Estrella no es religiosa. Ella lo tomó y le dio las gracias porque la religión es cultura y la cultura siempre es enriquecedora. En cuanto al dueño de la clínica, Estrella dice lo mismo, que la ha tratado con un respeto absoluto y que su opinión profesional cuenta tanto como la de sus compañeros, hombres. Y lo mismo me cuenta de los clientes. Sobre estos apunta que a veces expresan su sorpresa de que esté sola en el país y le preguntan por sus hijos, es lo que despierta más curiosidad entre ellos, que esté allí sin su familia, pero nunca dudan de su profesionalidad por ser mujer.
    Ahora bien, dónde realmente sientes la segregación, dónde te sientes diferente por ser mujer es en la calle. "Me choca cuando me dicen: usted por aquí". Se refiere a que en cualquier sitio público hay una zona específica para hombres y otra para mujeres, en un ministerio, en el banco, en un restaurante ( por supuesto también en una mezquita).  Dice Estrella que tiene una clienta de origen latinoamericano que es médico y trabaja en un hospital. Vive en Jeddah porque su marido es saudí. La doctora aseguraba que en ningún sitio pagan lo mismo que en Arabia, ni en Europa ni en EEUU, y que en el trabajo es un médico más. Coincide con Estrella, por tanto, en que las diferencias están en la calle. Y opina que: "¿para ganar ese dinero me tengo que poner la abaya?, pues me la pongo". Efectivamente, razonado de esa manera, llevar una abaya parece una anécdota. Pero, tal y como ella misma ya ha comprobado, hay otras cosas en la sociedad saudí que te hacen sentir incomodidad. Por ejemplo, que en las calles nunca hay nadie. Es cierto que el clima influye, pero además, hay sitios como la Corniche, el paseo marítimo que se llena de familias saudíes los viernes por la noche, dónde una mujer occidental es el centro de todas las miradas y no faltará quién le pida que se tape el pelo, con lo cual a pocas se les ocurre ir a dar un paseo por allí. O sea, que los sitios dónde los saudíes van a hacer sus pícnic, quedan descartados, como lugares de ocio para un extranjero.
     En las terrazas de las cafeterías solo hay hombres, el sitio de las mujeres siempre está en el interior y lo más frecuente es que las ventanas lleven cristales opacos. Estrella, que vive a cincuenta metros de la calle Tahlia, la más chic de la ciudad, asegura que a veces siente temor de no ver un alma por la calle cuando después del trabajo se acerca al supermecado. Cuando te cruzas con alguien, señala, son como sombras. Hay días, sin embargo que cuando hay un partido de futbol importante sacan a las terrazas pantallas gigantes de televisión y entonces hay más ambiente pero, solo son hombres, claro está. 
    La prohibición de conducir complica muchísimo la vida, y en el mejor de los casos, si dispones de chofer, tendrás que entrenar tu paciencia, porque los horarios y la puntualidad aquí tienen otro significado. "¿Con qué cuentan los diez minutos que te dicen que tardarán en llegar? ¿con un reloj de arena?". El ocio se limita a ir a un centro comercial, y a descubrir cafeterias y restaurantes. Y por supuesto a reuniones y fiestas con los amigos pero, en casa. Como bien apunta Estrella aquí hay de todo, también para las mujeres, pero no se ve. Y por supuesto, como ella también apunta, la religión con dinero se lleva mejor. Todas las prohibiciones y diferencias entre sexos tienen su origen en la religión pero cuanto más alto es el poder adquisitivo más suaves son las normas y la posibilidad de eludirlas.
   Por otra parte, Estrella me comenta la beca que gobierno saudí concede a los estudiantes. Me dice: "tengo entendido que a los chicos les da 2 mil euros al mes y a las chicas 1500. Si, es una diferencia importante pero mis hijos, hijos e hijas,  con cuatro cientos euros al mes hacen milagros".
 

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JEDDAH, A UN LADO Y A OTRO