jueves, 18 de agosto de 2016

DIANA_10. ÚLTIMA PARTE.

   La mayoría de la población saudí parece tener lo que el dinero puede proporcionar rápidamente: coches, carreteras, relojes, teléfonos móviles. Ahora bien, el cambio de mentalidad ( que también lo da el dinero, por supuesto no tienen la misma mentalidad los ricos que los pobres), la forma de pensar, necesita mucho más tiempo para cambiar; es fácil cambiar un camello por un coche pero para que ese coche lo pueda conducir una mujer tendrán que pasar muchos años.
   Si hay algo que oprime en una sociedad, eso es la fama, la opinión que la gente tiene de alguien. En tu interior puede que seas capaz de evitar que la opinión de los demás te afecte, pero aun así, es indudable que una “mala fama” puede hundir la carrera más brillante. En la sociedad saudí la “somha” es un peso diario y omnipresente, especialmente si eres mujer. Diana nos cuenta que “si una mujer habla con un hombre y luego no se casan, la mala fama le perseguirá toda la vida. Por eso hay que cuidar mucho tu comportamiento hacia un hombre”. Parece lógico en una sociedad donde el hombre y la mujer nunca comparten espacios,  ni en una cafetería, ni en un restaurante, ni en la mezquita, en ninguna parte. “Tengo amigas que no conocen a sus cuñados. Nunca los han visto y nunca ellos las han visto a ellas. Hasta hace poco vivían en tiendas de campañas, en jaimas”. 
   En las ciudades hay otro tipo de población, los “hadas”,  gente con más preparación académica, más nivel cultural, más acostumbrados a la ciudad porque sus padres ya vivían en urbes. Las mujeres estudian y después trabajan. Son los que van soltando el lastre de la somha. A este grupo pertenece Diana que nació en Arabia, se casó en Arabia y vive en ese país. Su familia, su educación,  su carácter, todo ello,  ha hecho que Diana sea un ejemplo de que a pesar de las presiones y condicionamientos sociales, si quieres, estés donde estés, ”puedes vivir a tu manera”.  

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JEDDAH, A UN LADO Y A OTRO