jueves, 18 de agosto de 2016

LEILA_ 4

    Adelante significaba en ese momento:  te quiero, quiero casarme contigo, quiero vivir el resto de mi vida a tu lado, ¿a qué estamos esperando? Cuando no hay dudas sobran las palabras, los adornos son innecesarios. Así que comenzaron a preparar la boda. Querían casarse en esos días, antes de que él volviera a Bournemuoth para terminar sus estudios. La prisa estaba justificada porque él necesitaba su certificado de matrimonio para comenzar los trámites que le permitirían reclamar a Leila.               Paralelamente tenía que cerrar otro frente abierto: informar a los padres de Leila, y a los suyos que no tenían ni idea de que andaba por tierras españolas y a punto de casarse.  
Los días de aquellas dos semanas pasaban rápidos e intensos. “ Era una locura. Todo lo que me estaba pasado era una locura . Todo maravilloso “. Él telefoneó a su tío, el hermano más joven de su madre, le contó que estaba a punto de casarse y le pidió que fuera poniendo al corriente a sus padres para que la digestión de la noticia empezara cuando antes. 
  Leila también hizo lo propio: convocó a sus padres y les anunció que en unos días se casaba. ¿Qué pueden hacer los padres cuando la hija ya ha tomado la decisión? Pues lo que hizo el padre de Leila, sobreponerse al anuncio e intentar ofrecerle alternativas con la ilusión de que alguna le resultase atractiva. Su propuesta fue que alargara sus estudios en Estados Unidos. No coló. Entonces, cuando las ofertas constructivas son inútiles, se entra a relatar las desventajas de la cosa para ver si alguna de ellas le hace recapacitar: ¿tu sabes cual es el papel de la mujer en esa sociedad?, ¿sabes lo que se espera de ella?, ¿has estudiado para quedarte encerrada en una casa y bajo un velo? Tampoco las condiciones sociales de la mujer en la sociedad saudí hizo mella en la determinación de Leila. Entonces el padre exclamó:” ¡Carallo, co traballo que lles custou aos reis Católicos botar aos árabes, e agora a miña filla traellos de novo ! “ 
  Los hermanos de Leila convencieron a los padres para que el novio dejase el hotel y fuera a casa a pasar el resto de su estancia en Santiago. La pareja estaba firmemente convencida en casarse y los padres veían el momento cada vez más cerca. Aceptaron que el chico viniera a casa y allí se quedó hasta el día de su regreso a Reino Unido. Y, por si la tensión era poca, los vecinos abrieron sus bocazas y dijeron eso que todos podemos imaginar porque todos los vecinos son iguales en todas partes y hablan las mismas majaderías, cosas relacionadas con el dinero y los embarazos no deseados. 
    Eligieron una sencilla habitación del hotel Compostela para celebrar la boda. El dueño de aquel lugar era palestino, la única circunstancia cercana a la cultura del  novio de Leila en aquella ciudad del norte de España donde los árabes no llegaron cuando sus califas dominaban buena parte de la Península Ibérica.

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