jueves, 18 de agosto de 2016

SARA_2

    En Emiratos Árabes necesitaban profesores de inglés y Sara tenía su currículum repleto de títulos y experiencias que la acreditaban para el puesto. Por eso le extrañó que no la llamaran pronto y tomó la iniciativa: “telefoneé a la dirección donde había mandado mi CV y pregunté por qué no habían contestado a mi solicitud. Me dijeron que buscaban profesores para primaria, no para cursos superiores. Aún así estaba interesada en el trabajo. Me fui, me entrevistaron y me lo dieron".
       Emiratos es un pequeño país con algo más de ocho millones de habitantes. Está situado en la península arábiga, entre Omán y Arabia Saudí. Sus costas están bañadas por las aguas del Golfo Pérsico. De espaldas al mar vemos una llanura árida que se funde con el desierto del Rub al-Jali. Es el principal productor de petróleo de la zona, produce más que Arabia Saudí y que Irán. Su petróleo y su gas natural le hacen ser uno de los países más ricos del mundo. Y hace gala de ello con magníficos edificios y espectaculares infraestructuras como las Islas Palm, unas ciudades artificiales en forma de palmera: el tronco es la avenida principal de la ciudad donde están los accesos. A través de él, del tronco o carretera principal,  se llega hasta las frondas, que simulan las ramas de la palmera y son las zonas residenciales. Y por último está el creciente, que es un rompeolas gigante en forma de media luna que rodea la palmera.  
    Sara trabajó en Emiratos durante cuatro años. “Fue una experiencia muy intensa. Necesitas un año para adaptarte: cosas sencillas como sacar y enviar dinero para pagar la hipoteca, funcionan de otra manera, hay que aprenderlo. Pero una vez que conoces la burocracia y las normas sociales ya es todo más fácil”. 
    Sara simplifica al máximo su experiencia en el país árabe. Ella es el polo opuesto a esas personas que van de víctimas, a esas personas que lloran y a las que les gusta mostrar a los demás por lo que han pasado, los obstáculos que han tenido que superar. Y ese carácter es de aplaudir pero, sería una historia mutilada si pasamos por alto los sentimientos, las sensaciones, si evitamos pensar en cómo es mudarse a un país árabe donde el clima, la lengua, la religión, las costumbres, la comida, la forma de pensar, de trabajar, el ritmo, es completamente distinto. La experiencia de trasladarse a un país árabe se podría comparar con la de practicar bungee jumping, salto de caída libre: saltas al vacío y después sientes que eres capaz de cualquier cosa. Y Sara también debió sentir algo así aunque su carácter le lleve a hablar más de hechos que de sentimientos.
  Tras cuatro años en Emiratos, es probable que se sintiese capaz de cualquier cosa. Puede que la adeladrina después del salto, después del "bungee jumping",  le diera el empujón definitivo para hacer algo más, algo que quizás venía cocinándose desde atrás, pero que se hizo efectivo en aquel lugar de  Oriente Medio. 

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