jueves, 18 de agosto de 2016

DIANA_3

 Los padres de Diana supieron que el joven vecino del edificio colindante estaba interesado en su hija pequeña, y que ella también sentía atracción por él. Y más cuando Diana se atrevió a desafiar las normas saudíes y le pidió a su madre que le permitiera ver de cerca al joven, que accediera a un encuentro en el descansillo de su casa con el objetivo de poder distinguir su fisonomía con claridad. Al principio la madre dijo no, no y no, pero, como es frecuente en las madres, luego dijo ya veremos y más tarde terminó aceptando. Así que la pareja se puso de acuerdo y Diana informó a su madre de que "esta tarde, a las cinco, Bassam subirá hasta la puerta de casa”. Cuando llegó la hora, con puntualidad británica, madre e hija salieron al descansillo, antes de que él llamara a la puerta para, sobre todo, para no llamar la atención de los vecinos. Al momento se oyó abrirse la puerta del portal y el  correr de alguien por las escaleras. En cuestión de segundos Bassam apareció delante de ellas. Al llegar al segundo piso y verlas paradas delante de la puerta de la casa, se quedó tan paralizado que parecía una estatua de piedra. La pareja se miró a los ojos, la madre de Diana observaba a los dos, y Diana no recuerda si llegaron a decir algo, si hubo alguna palabra de por medio porque la tensión era alta. Solo sabe con certeza, o al menos así consta en su memoria, que pasado un instante, él se dio media vuelta y se marchó por donde había venido. De todas formas, el deseo de verse de cerca se había cumplido, y de alguna forma, entre ellos, se había sellado un compromiso.

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