jueves, 18 de agosto de 2016

LEILA, ENTRAÑABLE

   Donde LEILA nació se hablaba portugués pero la primera lengua que escuchó fue el español de sus padres. Luego estudió filología inglesa y el amor de su vida la sumergió de lleno en el árabe. 
     Leila recibió una educación recta según las normas que imperaban en los años sesenta y principios de los setenta en España; en casa tenía un padre cariñoso pero estricto, y en el colegio las monjas se encargaron de enseñarle la moral de la iglesia católica apostólica y romana. Sin embargo, las Hermanas Josefinas no fueron capaces de satisfacer ese punto rebelde que Leila siempre sentía, y siente, en el interior de su pecho. “Siempre creí en Dios pero no me convencían muchas cosas del catolicismo, entre ellas contar mis pecados al cura “, asegura Leila que ahora profesa otra religión por convicción, una fe que ella ha elegido.
     Leila conoció la ciudad que considera suya, las de sus padres, con 12 años. Cerca hay otra, emblemática para el cristianismo: Santiago de Compostela. Junto a Jerusalén y Roma es uno de los lugares de peregrinación cristiana. Además, el casco antiguo de Santiago, presidido por una espectacular catedral, fue declarado por la Unesco Patrimonio de la Humanidad en 1985. El ambiente medieval de la ciudad se mezcla con el ambiente joven que estampan los estudiantes de la Universidad, que tiene más de 500 años de antigüedad. Uno de esos estudiantes fue Leila. “Los fines de semana mis padres venían a buscarme para ir a casa. Me gustaba esa ciudad y estar con mis amigas más que cualquier otra cosa”. 
   Los veranos practicaba lo aprendido en las aulas de Santiago, en Bournemouth otra ciudad de estudiantes, esta situada en la costa sur del Reino Unido. Un lugar con una playa estupenda y con incontables actos culturales durante todo el año, desde rallies de coches antiguos hasta obras de teatro y de ópera. El último año de estudios decide matricularse en un curso de literatura inglesa. Quiere mejorar su gramática. El curso la mantiene en la ciudad británica varios meses más allá de los del verano. Es su estancia más larga en Bournemouth. Pero tiene amigos, otros estudiantes de varios lugares de Europa. Con ellos sale después de las clases, con ellos hace alguna excursión los fines de semana y con ellos comparte sus confidencias. Algunos viven en la misma casa, otros en casas cercanas. En su residencia también había varios estudiantes de países de Oriente Medio pero, con estos se mantiene más distante:  “el dinero, los cochazos, los lujos “ que estos chicos se permiten, le hacen sentir cierto respeto, cierto recelo. La dueña de la casa era joven y recién divorciada, por lo que, veía bien que salieran e incluso ella misma se unía y proponía planes para el sábado por la noche. 
    Leila tenía veinticuatro años en ese momento: una edad perfecta para enamorarse.

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