jueves, 18 de agosto de 2016

VICKY_6

    Alrededor de la nueva casa de Vicky solo había arena, o al menos así lo recuerda. También recuerda que su hijo mayor le preguntaba dónde estaban, qué sitio era ese donde se habían trasladado. Asegura que en aquel edificio donde estaba su apartamento solo escuchaba los ruidos de la casa de una vecina, y olía sus guisos, y que aquel olor le provocaba náuseas.  “ Mi vecina, a la que nunca vi la cara, cocinaba algo con cabra que olía fatal”.  
    El niño pequeño aún no tenía edad de ser escolarizado, pero el mayor si. Tenía siete años e ingresó en la escuela pública más cercana al domicilio familiar. El pequeño llegó a la escuela sin saber una sola palabra de árabe y dice Vicky que lo pasó mal, muy mal que todos los días volvía a casa llorando.  Según ella, "al crío le daban,  porque iba vestido como americano, no como árabe. Yo quería ir al colegio a hablar con los profesores, a echarle una mano, pero era imposible porque las mujeres no podían pasar a una escuela de chicos".  Llegó a plantearle al marido la posibilidad de sacar al niño del cole y ocuparse ella misma de su enseñanza, pero el padre lo impidió porque consideraba que el pequeño tenía que aprender árabe y El Corán, algo sobre lo que Vicky no sabía nada, absolutamente nada.   
   Por otro lado el niño pequeño que tenía dos añitos, estaba en casa y solo comía pan y leche. Como era su único alimento, Vicky intentaba comprar esos dos productos cada día para que estuvieran frescos. Caminaba hasta la tienda más cercana con el niño en brazos. Cuenta que un día la siguió un tipo, vestido a la manera saudí, iba en coche, muy despacio se mantenía a la altura de Vicky. Paró el coche y entró a la tienda donde Vicky compraba la leche y el pan. Le enseñó dinero.  “Solo hacía un mes que estaba allí y no entendía bien, pero creo que el dependiente de la tienda me ofreció el teléfono al ver que algo me pasaba. No se, yo me fui a casa asustada y allí llamé a mi marido . Vino enseguida, en cuanto pudo, y me dijo que eso me pasaba por salir, que no debía salir de casa.”  Vicky le replicó que le resultaba insoportable estar todo el día en casa sin salir y que además no aguantaba el olor que le llegaba de la cocina de la vecina. Entonces le propuso ir a casa de la suegra a lo que Vicky dijo: ¡nooooooooooo! 

   “Mi suegra y mis cuñadas sabían lo mal que lo estaba pasando porque yo misma les contaba mis penas: no puedo ir a ningún sitio, ni tan siquiera al colegio de mi hijo para saber que está pasado, por qué llega a casa llorando cada día, no puedo salir a la calle, no puedo llevar a mis hijos a un parque, no soporto los olores de mi casa….yo no me puedo acostumbrar a esto”.  Dice Vicky que además su suegra la acusaba de malcriar a sus hijos; del mayor le decía que tenía que ser fuerte y dejar de llorar, que tenía que aprender a defenderse en el colegio. Respecto al pequeño,  le recomendaba pegarle con una percha para que dejase de hacerse pis en la cama. Y para colmo, dice Vicky,  que su marido aprobaba tales métodos porque el fin era bueno, porque solo quería que los niños espabilasen, que dejasen de ser unos niños mimados, y todo era por su bien.  “ Empecé a odiar el país “.

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