jueves, 18 de agosto de 2016

VICKY_3

      Vicky se divirtió en la fiesta. Si después de tanto tiempo la recuerda,  es porque fue una fiesta para recordar. Allí estrechó relaciones con su anfitrión pero, lo mejor estaba por llegar: al poco tiempo de aquel guateque conoció al hermano. Coincidieron en su escuela de inglés para adultos. El chico llegó a Virginia Beach para estudiar informática. 
    Vicky dice que aquel muchacho no era su tipo: ni su físico ni su forma de ser le acababan de llenar pero él sabía como ganarse la atención de una mujer, al menos la de Vicky. “Las personas son lo que hacen,  no lo que se ve”,  argumenta ella para justificar su cambio de opinión. “ Me regalaba flores, bombones, joyas, vestidos…cosas románticas. Y eso fue lo que me gustó “. Corría el año 1986. Un año después se casaron. 
    Tuvieron cuatro hijos, una niña y tres niños. Todos nacieron en Estados Unidos donde la pareja vivió hasta 1995, casi diez años. Pasado ese tiempo el marido de Vicky decide que la familia debe mudarse a Arabia Saudí. Allí tendrían mejores oportunidades laborales y económicas. 
    La decisión estaba tomada. A la niña, la mayor de los hijos de Vicky, la dejó en casa de la abuela. Fue lo más que consiguió la madre de Vicky que luchó hasta el último momento por impedir el viaje de su hija a aquel país con tan mala prensa. Pensaba que el cambio cultural sería demasiado grande, que corría riesgos innecesarios. Vicky, decidida, estaba convencida de que si las cosas le iban mal, hacía las maletas y se volvía a casa. Y su madre le repetía una y otra vez que su intuición le decía que eso no era tan fácil. Vicky cruzó los dedos, puso el pulgar de su mano derecha por detrás del índice, besó la cruz que forman los dedos colocados de esa manera, y dijo: “ te juro mamá que si me va mal yo regreso a casa con mis hijos. Igual que me voy, regresaré. Ya veré de qué forma. Quédate tranquila”.

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