jueves, 18 de agosto de 2016

MARÍA DE LA O_16

   Israel, a pesar de sus conflictos interminables y de sus particularidades, era un lugar más moderno que Arabia Saudí. Sin embargo a O le iría mejor en el país de las abayas negras. En Jeddah estaba lejos de la presión familiar, allí solo tenía presión social, que se sobrelleva mejor porque se queda tras la puerta de casa, en la calle. Por muy fuerte que sea la presión de una sociedad, su poder nunca puede atravesar los muros de tu cuarto, de tu intimidad. 
Cuando se fue habituando al nuevo ambiente, cuando los días empezaron a ser rutina, el marido iba a su trabajo y los niños al colegio, O se montó un taller de costura. En una habitación puso una mesa grande para cortar patrones, un maniquí para hacer pruebas y una máquina de coser para dar forma a sus vestidos. “Tenía más encargos de los que podía atender, pero estaba feliz. Hacia algo que me gustaba y me pagaban por ello. Allí era yo, me sentía más libre que en Jerusalén y cuando me puse a coser empecé a conocer a mucha gente. Hice muchas amigas”. 
    O, llegó a Jeddah con tres hijos y allí tuvo uno más. Todos estudiaron una carrera universitaria en España, y allí se han casado tres de ellos. La hija menor optó por Jeddah, se enamoró de un vecino al que veía desde la terraza de su casa y se quedó. Pero esta es otra historia. 
  O recuerda de esos años que fue una época tranquila cubierta con la crianza de sus hijos, y más tarde con su trabajo de modista. Guarda en su memoria interminables anécdotas vividas en aquellos años con amigos, con otras parejas con las se reunían a comer, a pasear cerca de la playa, con las que celebraban los eventos comunes de las familias y fiestas religiosas. 
   La pareja compró un piso en pleno centro de Salamanca donde iban todos los veranos. Y a las afueras de la misma ciudad, adquirieron un chalé rodeado de árboles frutales donde tenían planeado trasladarse cuando se jubilaran. Allí el marido de O, en sus días libres, cuidaba de los ciruelos y los manzanos. Llamaba a O que estaba en la casa, para que se asomara por la ventana y viera lo bonita que estaba la fruta. Era verano. Uno de esos de esos veranos volvieron a Jeddah y pocos meses después un aneurisma cerebral puso fin a la vida del marido de O. Y por supuesto, a muchas cosas de la familia, muchas cosas que se interrumpen para siempre, que dejan de fluir donde estaba previsto que fluyeran y toman otros caminos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

JEDDAH, A UN LADO Y A OTRO